Fin del viaje: Albarracín.

Tras unos días en alta montaña nos recorrimos de punta a punta Huesca y Zaragoza subidos en el coche, parando solo a comer en esta última, hasta llegar a Albarracín (Teruel). No lo conocíamos tampoco ninguno de los dos pero mi cuñada nos lo había recomendado y la verdad es que no se equivocó. Precioso.
Veníamos de los Pirineos así que ya sabíamos que dificílmente podríamos llegar a ver parecidos paisajes que los que acabábamos de ver en una Sierra pero como curiosos que somos teníamos muchas ganas de llegar y ver lo que aquello era. Un paisaje totalmente distinto, un pueblo con mucha historia y mucha originalidad... una pequeña ciudad muy peculiar.
Como podéis ver, en su parte más elevada, la mayor extensión del pueblo se encuentra rodeada por una muralla que se encuentra en bastante buen estado. Sin embargo, en la parte inferior no la vemos y sí podemos ver unos jardines que están muy bien cuidadso y un río que en la foto no conseguí sacar a la vez.
Cada calle, cada cuesta, cada esquina es una maravilla....
Al ser pequeño se puede recorrer entero en un tiempo relativamente corto, tuvimos la suerte de que nos hizo muy buen tiempo, la temperatura era la ideal, así que nos dedicamos a pasear y pasear descubriendo rincones como pequeños callejones, que me recuerdan a los que existen en mi querido Barrio de Santa Cruz de mi ciudad natal, o una especie de balcón a la Sierra donde se impartía un curso de pintura y cada uno de los alumnos reflejaba en sus lienzos el rincón qué más les gustase de lo que alcanzaban a ver sus ojos o uno de los puentes que llevan a un lado y el otro del río, al que bajamos por un sendero empinado y abandonado, con piedra suelta que se las traía.
Fue breve pero intensa la estancia, después vuelta a casa para pasar unos días con mis padres e ir adaptándome de nuevo a mi ciudad a la que había dejado atrás 3 semanas antes. No demasiado tiempo, 2000 kms recorridos y con un baúl lleno de recuerdos, fotos y buenos momentos.

Ya estamos planeando la próxima escapada...